Capítulo 10 ~ Un bonito sueño

Es una costumbre arraigada en el universo llevarse un recuerdo del planeta natal cuando se abandona. Algo que recuerde a nuestro hogar o nuestra raza y a lo que se guarde especial cariño. Los margaritianos de Margaritia gustan de llevar un ramo de sus mejores flores, los Lombax de Veldin un llave mecánica de la mitad de su estatura, los trantorianos de Trántor un pedazo de burocracia… Komoyo Diga, por su parte, llevaba consigo las coordenadas de la Tierra.

Planeta: Tierra

– Espero que sigan espeluznados después de la publicidad. Conectamos en directo con nuestro personal correspondiente a Tomaporculo para conocer el lugar de los hechos.
– Efectivamente amantes del misterio, me encuentro en las afueras de la fábrica de ositos de gominola sabor polvorín que resulta… ¿Eh? ¡Ah! Perdonen, me comunican por el pinganillo que son de sabor a polvorón. Como iba diciendo este es el sitio donde aseguran haber tenido un encuentro con seres del más allá. De más allá de la atmósfera para ser exactos. Seres bajitos, verd… ¿Qué? ¿Que me aparte? ¡Atención telespectadores! Justo detrás nuestra se acaba de materializar una comitiva alienígena y… ¡Pero qué ven mis ojos! ¡No son todos bajitos, verdosos y con antenitas en la cabeza! ¡Estoy alucinando!

Al presentador no le dio tiempo a decir más, antes de que un láser decidiera dar por terminada la emisión y fulminase la cámara, antes de que un grupo de esas criaturas los redujese.

Como seguramente hayas supuesto, Komoyo y los suyos, junto a una decena de agentes supervivientes del FGI, aparecieron en la fábrica unos segundos antes.

– ¿Dónde estamos? -preguntó un agente.
– Lanza -susurró Anita a Komoyo- el wa-i.
– ¡Estamos en La Tierra!
– ¡Código rojo! ¡Código rojo! ¡Nos están grabando!
– ¡Tíralo! -insistió Plasta.

Komoyo no acababa de entender por qué querían que lanzase el cubo, pero reunió fuerzas y lo lanzó lo más lejos que pudo. Al mismo tiempo, un agente disparaba a la cámara y tres más corrían hacia los reporteros.

– ¡El wa-i, id a por él! -gritó uno de los agentes, que parecía haberse convertido sin previo aviso en el nuevo cabecilla.
«Corred. Seguid a Plasta» -transmitió Telepia al grupo.
– ¡Los prisioneros se escapan!
– ¡Seguid tras ellos!

El resto de agentes que aún no habían entrado en acción siguió al grupo. Fan y Fab fueron los más rápidos en actuar y lograron capturar uno de ellos.

– ¿Dónde crees… -empezó Fab.
– … que vas? -acabó Fan.
– ¡No! -gritó Komoyo al verse capturado.
«Lo siento, Komoyo. No podemos hacer nada».

Plasta, Telepia y Anita lograron abandonar el lugar y se perdieron en el botellón que aquella noche se celebraba en la zona, como de costumbre.

– ¡Maldita sea!
«Volveremos a por ti». -fue lo último que transmitió Telepia a Komoyo antes de que perdiera la conciencia- «Lo prometo».

De vuelta a la fábrica, dado que la magnitud de lo ocurrido los superaba, los agentes decidieron esperar a que llegaran las autoridades. En poco tiempo todo tipo de unidades ultra secretas para fenómenos paranormales habían llegado a la zona y acordonado el lugar. Hasta el mismísimo comandante del FGI en persona se trasladó al lugar de los hechos. Si el Área 51 pudiese sentir algo, en ese momento habría envidiado a Tomaporculo.

Como es costumbre, el comandante del FGI se reunió con los líderes de los países afectados y les instó a que colaboraran de buena gana a poner en marcha el protocolo de emergencia, tal como hicieron sus predecesores – aunque no se acordaran.

[…]

Komoyo despertó tumbado en una camilla en una sala blanca.

– ¡Hola, champion! Soy Dora, la doctora.
– ¿Champiñón? ¿Doctora? No recuerdo haber estado enfermo.
– Precisamente para eso estoy aquí, para que no recuerdes. Para borrar tu memory.
– ¿Mi qué?
– Oh, le pediría al narrador que te explicara en qué consiste esto, pero dado que no vas a acordarte de nada, sería useless.

Bien pensado, doctora, bien pensado.


– Mira señora, devuélvame el casco espacial que me dieron mis amigos alienígenas o deje de hablar ese dialecto desconocido, no lo entiendo.
– ¿Casco espacial? ¿Amigos alienígenas? Esto va a ser más complicado de borrar lo que pensaba. Aunque no tanto como en el 38. ¡Creéme, aquello fue muy crazy!
– ¿Qué? ¿Borrar? ¡No puede borrar eso! ¡Ha pasado de verdad!
– Relax the rax.

Komoyo se habría levantado si no estuviese atado a aquella camilla y le habría propinado una paliza a aquella señora por hablar de forma tan molesta - si supiera dar palizas.

– ¡No la soporto más!
– Ahí es donde quería llegar. Es una joke. Una muy bad. Pero la verdad es que pronto, ni siquiera recordarás esta conversación. Ni a mí. Aunque ya estoy acostumbrada. Es mi job.

Un silencio incómodo se hizo en la habitación por unos segundos.

– Ahora, debo dormirte. Espero que tengas good dreams.

[…]

Al fin Plasta, Anita y Telepia dejaron de correr.

– ¿Es aquí? -preguntó Anita.
– Sí, aquí es.

Plasta se metió tras unos matorrales, y al rato salió empujando una Vespa..

– La tenía preparada para usarla en mi huida, si al lograr salir de aquella fábrica ese chico no me hubiese robado el wa-i. Por suerte, perdí el cubo pero no las llaves. ¿Montan, señoritas?
– ¿Los tres?
– Bueno, siempre podemos poner rumbo a la costa y dejar que Telepia nos siga dando saltitos en el mar como los delfines.
«Muy gracioso. ¿Pero a dónde pretendes que vayamos donde no nos pillen?».
– Eso también lo tenía pensado.

De alguna manera que prefiero no describir en detalle, los tres montaron en la motocicleta y partieron rumbo hacia nuevas aventuras.

«Se dará cuenta tarde o temprano» -transmitió Telepia únicamente a Anita.
«Bueno, no ha sido tan mal intercambio para ellos. Eso también debe valer un buen pellizco».

[…]

Komoyo se descubrió a sí mismo pateando las piedras del camino mientras volvía a casa. Para el humano promedio ésta podría parecer una acción banal, pero Komoyo lo hacía por una buena razón: descubrir alguna roca alienígena extraviada en el camino. Si piensas que se trata de una tontería, debo decir que estás en lo cierto. Si se hubiese tratado otro sitio, como por ejemplo el Área 51, entonces tendría algo de sentido. Pero en Tomaporculo esta clase de cosas no ocurrían… ¿verdad?

Komoyo llegó a su habitación especialmente alicaído esa noche. Su padre, Simón, se dio cuenta de ello y entró a su habitación para animarle.

– Komoyo, eh, ¿bien tú encontrarte?
– Sí, padre. Es sólo que me siento un poco vacío. Como si estuviese en el final de una historia de la que no me acuerdo. Como si hubiera tenido un sueño del que no me pudiese acordar.
– La próxima vez acordarte tú tienes. Dormir ahora debes, entrenar para el próximo sueño no olvides.
– Gracias papá.
– Ayudarte, espero haber. Buenas noches, Komoyo Diga.

Así Komoyo se fue a dormir. Tal vez, si se esforzase, podría volver a repetir aquel sueño que había tenido. Quizás aún pudiese recordar de qué trataba aquel sueño o por qué había metido su hucha con forma de nabo y un cubo de Rubik entre su ropa interior. Un extraño sueño. Un bonito sueño.
















Planeta: Epílogo

– ¡Fantástica retirada, capitana! ¡Nos salvamos por los pelos!
– Gracias Garφo, pero tampoco es para echarse a llorar de la emoción.
– No estoy llorando, capitana.
– ¿Entonces de dónde viene ese llanto?

La capitana se sentó en el escritorio de su camarote. Sobre él, descansaba la caja metálica. La abrió.

– ¿Pero qué?

La mirada de la capitana se topó con la de una bola de pelo rosada, que la miraba con unos ojos empapados de lágrimas de un profundo color azul marino.